Historias de vida se embarcan en la Nave Italia. “Y cuando bajamos, todos somos cambiados”

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Historias de vida se embarcan en la Nave Italia. “Y cuando bajamos, todos somos cambiados”

Historias de vida se embarcan en la Nave Italia. “Y cuando bajamos, todos somos cambiados”

Nave Italia es el bergantín activo más grande del mundo. Hoy la batalla que libra no es contra flotas enemigas, sino contra algo más sutil: el prejuicio contra la discapacidad y la desventaja social . Por este motivo, desde 2007 la Fundación Tender To Nave Italia lleva a cabo proyectos educativos e inclusivos basados ​​en la solidaridad, la cooperación y el espíritu de equipo. Hablamos de ello con el comandante de la Armada Andrea Dalmazzone.

Comandante, ¿qué es Nave Italia?

Nave Italia es un bergantín-goleta de la Fundación Nave Italia que realiza actividades con niños de todas las edades (desde la edad escolar, pasando por la secundaria, hasta jubilados) con dificultades tanto físicas como mentales. Los acompañamos en la navegación y les ofrecemos esta experiencia inmersiva de enfrentarse al mar, de vivir con nosotros las condiciones de vida en el mar, los espacios reducidos, las dificultades, pero también las oportunidades que ofrece la vida marítima. Todo sin filtros. Compartimos nuestras fragilidades: ellos comparten las suyas con nosotros y nosotros, a su vez, las nuestras, y así un grupo, una tripulación que en un tiempo sorprendentemente corto se une.

¿Qué tareas les encomiendas?

Aquellos que integran a la tripulación, quienes por sí solos no serían suficientes para maniobrar el barco, participan en las actividades diarias a bordo. Por lo tanto, dependiendo de sus dificultades, se les emplea en tareas más domésticas, como limpiar, cocinar, ayudar a preparar comidas, limpiar el barco o, si están físicamente capacitados, nos ayudan a manejar las velas y maniobrar el barco.

¿Cuánto dura el proyecto?

Hacemos turnos semanales, de martes a sábado. Dado que el barco es bastante sensible al mar, intentamos evitar las condiciones que podrían molestar a quienes no están acostumbrados. Así que, si hace mal tiempo, nos quedamos en puerto y realizamos actividades más didácticas y teóricas, pero si el tiempo lo permite, cambiamos de grupo cada semana y zarpamos.

Al final de la semana, ¿A qué personas trajisteis de vuelta a la costa?

Como decía, la cosa cambia en muy poco tiempo, porque no somos trabajadores sociales ni enfermeros, así que, naturalmente, los tratamos como a cualquier otro marinero. Y esto los motiva mucho. Los anima a involucrarse. Así, al desembarcar, descubren que han podido hacer cosas que antes desconocían. Ya sean cosas pequeñas, como poner la mesa, o grandes, como ajustar una vela. Todas estas son cosas que normalmente les están vetadas en sus vidas porque en tierra todos tienden a protegerlos y, por lo tanto, a hacer cosas por ellos. Aquí en el barco no hay tiempo ni espacio para que podamos hacer el trabajo por ellos, y ellos, naturalmente, descubren que pueden hacerlo.

¿Cuanto tiempo llevas haciendo esta actividad?

Me embarco en septiembre. Normalmente hacemos asignaciones anuales. Pedí quedarme el año que viene también. Ya veremos.

¿Qué te ha aportado esta experiencia y qué te está aportando?

Un enriquecimiento continuo. Una confrontación constante con las fragilidades, con la fuerza para involucrarse y abrirse. Aquí a bordo nunca hay una actitud de protección y autoprotección, que quizás en tierra te lleve a usar una máscara. Aquí en el mar, todos somos iguales. Estamos aquí y tenemos que liderar un barco, cada uno con sus propias menciones. No hay pretensiones, hacemos lo que podemos por el bien del grupo. Y es algo increíble, en su sencillez. Te conmueve por dentro. Cada uno de nosotros, al dejar un grupo, se siente un poco diferente de la semana anterior. Hay muchos pequeños viajes, momentos desafiantes también desde el punto de vista emocional.

¿Hay algún episodio en particular que haya quedado en tu memoria?

Actualmente tengo cuatro grupos, uno de ellos formado por jóvenes con Alzheimer, que subieron a bordo con nosotros para recibir nuevos estímulos que les ayudaran a superar la autocompasión en la que los había sumido la gestión habitual de una persona mayor que empieza a perder la autonomía. Y enseguida los pusimos a trabajar: las abuelas en la cocina preparando la comida, teníamos un profesor de filosofía al que le pedimos que nos diera clases por la tarde... Así que por la noche nos sentamos a escucharlo y, como por arte de magia, rejuveneció, volvió a ser el profesor que había sido durante años. Luego, por la noche, bailamos. En resumen, literalmente rejuvenecieron en cuestión de días. Subieron a bordo unos años más jóvenes. Esto ocurre porque, como a los demás, no se les considera discapacitados a bordo, sino marineros. Y esto les infunde autoestima y conciencia.

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